martes, 7 de agosto de 2012



“Yo me planteo mi intimidad sexual en los mismos términos que los pensamientos íntimos, esas ideas o pensamientos que considero muy personales y especiales, que emanan de lo más profundo de mí ser y definen en cierto sentido una parte muy importante y personal de mí misma. Solo comparto estos pensamientos con muy pocas personas, aquellas en quienes confío y que quiero que me reconozcan en esa profundidad. Se trata de un privilegio como lo es para mí que me hagan partícipes de sus pensamientos privados, en un intercambio de las partes más recónditas de nuestro ser que no solemos exhibir ante el resto de mundo, las amistades distantes o los meros conocidos. La intimidad sexual tampoco es algo automático, como ocurre tan a menudo con la experiencia sexual despersonalizada. Implica experimentar, en el sentido más profundo, el placer de la proximidad física y sexual con la otra persona, al mismo tiempo que, una es capaz de ponerse en el lugar de la otra, internalizando el significado de la experiencia de la otra, creando un placer no privado sino compartido. Esta intimidad se crea, se cultiva sobre la base de la dignidad, el respeto, el cariño y la ternura. A medida que van desarrollándose esos aspectos, nuestras partes más personales van abriéndose progresivamente a una receptividad más intensa

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