“Yo
me planteo mi intimidad sexual en los mismos términos que los pensamientos
íntimos, esas ideas o pensamientos que considero muy personales y especiales,
que emanan de lo más profundo de mí ser y definen en cierto sentido una parte
muy importante y personal de mí misma. Solo comparto estos pensamientos con muy
pocas personas, aquellas en quienes confío y que quiero que me reconozcan en
esa profundidad. Se trata de un privilegio como lo es para mí que me hagan
partícipes de sus pensamientos privados, en un intercambio de las partes más
recónditas de nuestro ser que no solemos exhibir ante el resto de mundo, las
amistades distantes o los meros conocidos. La intimidad sexual tampoco es algo
automático, como ocurre tan a menudo con la experiencia sexual
despersonalizada. Implica experimentar, en el sentido más profundo, el placer de
la proximidad física y sexual con la otra persona, al mismo tiempo que, una es
capaz de ponerse en el lugar de la otra, internalizando el significado de la
experiencia de la otra, creando un placer no privado sino compartido. Esta
intimidad se crea, se cultiva sobre la base de la dignidad, el respeto, el
cariño y la ternura. A medida que van desarrollándose esos aspectos, nuestras
partes más personales van abriéndose progresivamente a una receptividad más
intensa”